En acantilados busco el pequeño sorbo de tus besos.
Las sabanas rojas, destilaban el momento que pasamos aquella noche.
Es dicha que a pesar de mis desgracias, te asomes en mi puerta a pedirme un poco de caricias entre almohadas, un poco de calor se siente en mi cabeza y mis manos se deslizan en las riquezas de tu cuerpo.
Inicio por fin la luna a contemplar nuestros roses amorosos y cansada de mirarnos se desvanece en la mañana, donde tú y yo amanecimos satisfechos
